Hoy asistimos a esta obra, la primera obra de este festival en el teatro Isabela Corona.
Fue
una experiencia muy desagradable. Aunque suelo recomendar el festival,
desde al año pasado, porque ofrece obras de títeres gratuitas en
diferentes puntos de la ciudad, recomiendo que no lleven a sus hijos a
ver esta obra.
En cuanto a los problemas técnicos el más
grave, al menos en la representación a la que asistí, es que los actores
usaban diademas con micrófono y el sonido estaba muy alto y mal
equailizado, así que resultaba insoportable escucharlos, lastimaba los
oídos, los mícrófonos tenían cortes, perdiéndose parte de sus
parlamentos y se viciaban, generando chirridos horrendos. En lo personal
me gusta la vieja escuela, actores que con su voz pueden llenar el
espacio, sin lastimarse la garganta ni parecer que están gritando. Pero
si se van a utilizar estos avances técnicos habría que tenerlos
dominados y probados adecuadamente.
La escenografía
estaba un poco interesante pero mal explotada en mi opinión. Consistía
de varias estucturas de palitos de madera que formaban grupos de cubos
conectados por puntos de colores y que al a vez eran colapsibles y dos
módulos de madera al estilo de cajoneras con ruedas. Excepto en la
escena en la que forman los juegos de un parque con ellas, me pareció
que no se entendía que formaban algo aunque lo pretendían.
Los
actores vestían pantalones de mezclilla, camisetas negras y zapatos
cafés, a mi me parece que no es adecuado, por muy cómodo que le resulte a
la actriz, el uso de tacones, que no tenían ninguna relación con su
personaje, pero que sí modificaban su postura y forma de moverse sin
relación con lo que estaba representando.
Los parlamentos, especialmente los que pretendían ser poéticos, me parece que estaban dichos sin intención.
La obra comienza hablando de los monstruos, diciendo que pueden ser de diferentes tipos. Luego siguen una serie de historias.
La
primera trata de unos niños de escuela o kinder. Habla sobre lo que le
gusta a cada uno, presentando a los personajes, que son títeres de unos
30 centímetros de algo de manipulación directa. Entre otras cosas se
muestra una escena de agresión a una niña que prefiere el silencio,
describe lo que le gusta, leer, las mariposas etcétera, a la vez que
otros actores dibujan cosas no relacionadas con lo que la niña cuenta en
un tablero y aparecen luego figuras que representan lo mismo que
dibujaron, creando una distracción, sin que se pueda uno concentrar en
una cosa o la otra.
Un niño es castigado por romper un
vidrio y le propone a otro pagarle cinco pesos para que le pegue en la
cabeza a la niña. Una pelota sale volando por detrás de uno de los
teatrionos, aparentemente tendría que haberle atinado al títere, no lo
hace, y la pelota cae del escenario hacia el público. Un niño la lanza
hacia el escenario, ésta pasa junto a una de las actrices, pero es
ignorada, la pelota vuelve a caer del escenario y el público la vuelve a
lanzar, mientras, se está desarrollando la acción, pero la pelota está
creando una distracción. El niño se burla de la niña porque le gusta el
silencio, esto se repite sin mayor variación un par de veces, la niña se
molesta. Entonces aparecen los monstruos que pelean en defensa de los
argumentos de los niños, uno es Silencio y el otro Ruido, son actores
con máscaras del triple del tamaño de una cabeza humana
(aproximadamente), interesantes, pero algo grotescas, lo que puede
impresionar a algún niño. Ruido pierde la batalla, y el niño recibe su
castigo por parte de la niña, que consiste en un beso que a él le da
mucho asco, y ella lo amenza diciéndole que la próxima vez lo chupará.
Todo este tramo parece reafirmar las conductas de bullying, misoginia y
machismo en lugar de ofrecer una alternativa.
Después
viene una escena en un parque. Aparece una adulta, representada por una
actriz, que se encuentra con su yo-niña, un títere, tienen un
intercambio de parlamentos semi poéticos y la títere sale volando. Luego
la mujer empieza a contar su historia; cuando era niña vivía con su
abuelita, ésta tenía muchos canarios metidos en una jaula, a ella le
daba mucha tristeza que estuvieran encerrados, pero los canarios eran
muy felices. Luego nos cuenta que a veces a la abuelita se le olvidaba
darles de comer en todo el día y que su mamá hacía lo mismo con ella.
Esta primera parte fue suficiente para que se me pararan los pelos, al
darme cuenta que iban a presentar problemáticas de maltrato infantil con
poco tacto y seguramente sin ofrecer alternativas, debí seguir mi
instinto y sacar a mi hijo en ese momento de la obra, pero me quedé.
Entonces nos sigue contando que guardaba un pedazo de pan, y al irse su
abuelita y mamá de la casa, sacaba a los canarios que se metían con ella
debajo de la mesa y disfrutaban del festín. Luego nos cuenta que a su
abuelita no le gustaban que vivieran ellas allí, entonces les pegaba a
ambas, y por ello su mamá le decía que todo era culpa de ella. Que ella
trataba de alegrarla haciéndole dibujos y cantándole canciones que le
enseñaban en la escuela pero su mamá la ignoraba. Escena que además
representan, mostrando al títere encerrado en una especie de jaula,
pidiéndole a la mamá atención y cariño, la madre sólo vuelve a subir la
reja de la jaula y la ignora. Después aparece un abuelo que juega con la
niña y ese es el desenlace masomenos feliz.
Las
demás escenas siguen un poco por el estilo, incluyendo la de un niño que
ve unos fantasmas en las cortinas y puede vencerlos simbólicamente con
un amigo canino-tortuga.
La más perturbadora de las
historias es la de un niño que se esconde de su papá. El papá aparece
representado por un actor con máscara enorme de cara verde bastante
grotesca. El personaje lo está buscando, lo llama, ¡niño, niño!, queda
claro que el padre es un abusador, que probablemente esté borracho y que
lo quiere lastimar. Se alternan la conversación del niño con otro
contándole que su papá es un monstruo-alacrán que le pega a él y a su
mamá, con las apariciones del papá gritando, Esto se repita unos cinco
veces, es una escena muy sórdida y escalofriante para los niños,
cualquiera que sea su realidad. La conclusión de la escena consiste en
que el amigo del niño le pregunta que puede hacer con ese monstruo, el
niño dice que lo único que puede hacer es esconderse y el otro le dice
que ojalá un día ya no lo tenga que hacer.
Después
viene la escena de los fantasmas, otra de unos niños de escuela que se
pelean y uno le dice al otro cosas feas, se sugiere que es importante
disculparse con los amigos.
La conclusión consiste en que
los actores dicen que hay diferentes tipos de monstruos; imaginarios,
monstruos abuelas, monstruos mamás, pero lo importante es saber que uno
siempre puede ser más grande y que hay que tener voluntad.
Después
un actriz se subía a una bicicleta que no sabía conducir muy bien y los
monstruos la perseguían. Termina la obra con los actores contoneándose
al ritmo de música guapachosa, al estilo introducido por las películas
de Shreck (me parece que es donde primero ocurrió, pero corríganme si me
equivoco), en la que los personajes bailan y cantan un tema que nada
tiene que ver con la historia que se contó, la mayor parte de las veces
con movimientos sensuales que no tienen lugar, para mi gusto, en
producciones dirigidas a los niños, pero que desgraciadamente cada vez
se ve con más frecuencia en obras de teatro.
Yo
considero que una obra para niños puede tocar temas tan delicados como,
incluso, la pedofilia, siempre y cuando ofrezca ideas de esperanza y de
acción. Me parece que los temas de maltrato familiar que se muestran
aquí están tratados sin tacto, no hay resolución positiva ni
alternativas, que llevan a ideas sobre cómo parar las agresiones o
salirse de esas dinámicas, algo fundamental, creo yo, si se va a hablar
de algo así.
Al final del día tengo un niño asustado que no puede dormir gracias a la obra.
Si tienen una opinión distinta los invito al diálogo respetuoso en la sección de comentarios.