Hasta hace
unos días, mi bicicleta funcionaba como tendedero de ropa interior,
perchero e instalación artística en mi casa. Siempre he disfrutado
mucho los paseos en bicicleta, pero pensar en el ciclismo como un
medio de transporte en la ciudad, en esta ciudad (la Ciudad de
México) me parecía una actividad fuera de mi alcance. Soy muy
miedosa.
Cada vez
conozco más y más personas que pedalean para llegar a sus destinos
cotidianos, admiro a todas esas personas que se movilizan en bici.
Además me emociona el auge de ciclistas organizados por toda la
ciudad que se reúnen para pasear juntos por el inmenso Defectuoso2,
de hecho sigo a muchos grupos de ciclistas por las redes sociales.
Estoy en investigaciones para saber cuál me queda más cerca.
Al principio
me decía que como no tenía el equipo necesario: casco
(suficientemente chic,
para mis gustos), luces y chaleco fosforescente (por lo menos), no
podía comenzar a andar en bici. Un día salí a andar en bici por el
barrio y lo disfruté mucho, no tiene mucho de eso. Luego comencé a
ir a clases de Chi Kung, no lejos de casa y pensé que sería buena
idea llegar en bici, dos veces por semana. Pero ¡cómo me he estado
haciendo güey!3
Ahora comenzaré a dar clases en una escuela, también cerca de casa
y sería genial poder ir y venir en bici.
Ayer, sin
más ni más, tomé la bici… bueno, sí, le quité los calzones que
secaban y otros objetos colgantes. Y salí a pedalear para practicar
y comenzar a habituarme. Tomé la misma ruta que había hecho la
primera vez, camino conocido para agarrar valor. Pero como es cuando
una va por su trayecto establecido y se insinúan otros caminos que
te dicen “ven a mí”. La curiosidad, la aventura (ustedes saben a
lo que me refiero).
Conocí
mejor el barrio y un poco más allá. Y por más que evité las
grandes avenidas, me topé irremediablemente con una, que además me
ubicó, porque ya andaba medio perdida. Ahí, sentí el rigor. Los
autos a más velocidad, el transporte público, semáforos. Me asusto
cuando los autos pasan cerca de mí y rápido, me sobresalto. Sólo
pensaba en ir derecho y no moverme demasiado de una línea recta.
También los microbuses que se detienen en cualquier lugar para subir
o bajar pasajeros. ¡Tengo buenos frenos!
¡Una doñita en cámara lenta bajando del micro a la mitad de la
cuadra! ¡Uf!
Ayer mismo,
pero por la tarde, fui a comprar un casco,
no es tan chic como lo imaginé, pero tampoco me siento como
alienígena con él… es leopardezco, tiene su estilo.
Por la noche
decidí que al siguiente día, iría en bici a la clase de Chi Kung.
Ya me andaba rajando4,
pero ya había sido demasiado tiempo de evasión de la cuestión
bicicletera. Salí, cargué un libro para ir a desayunar por ahí al
salir de la clase y un bote con agua, porque un día antes sentí
dolor de cabeza (yo lo atribuyo a la deshidratación) y tuve que
hidratarme con
urgencia ¡por la sed!
El tráfico
matutino de la avenida por la que me fui, no me gustó. Escapes de
muchos coches y camiones, motos y otros ciclistas con más prisa que
una. Atravesar la intersección de dos avenidas, fue una proeza,
sobre todo donde hay vueltas inglesas y no se sabe bien por donde
vienen los coches. Estar bien alerta o buscar
cruzar de otra manera por lo pronto.
Sucedió
algo chistoso. Iba muy lento y con dificultad, pensé que era la
cadena. Un chavo me dijo “oye, tu llanta de atrás va muy baja,
¿quieres aire? Traigo una bomba” Miré y sí, estaba baja. Le dije
que sí y le puso aire. ¡Chida la banda! Me volví a subir, pero
como que no podía pedalear chido. Me bajé para mirar y ví. La
llanta de atrás estaba lo que sigue de baja. ¡Ponchada!
Ya había
llegado al menos. Tomé la clase, aunque llegué toda nerviosa, pude
dejar de pensar ¡se me ponchó la llanta de la bici! ¡se me ponchó
la llanta de la bici! ¡se me ponchó la llanta de la bici! (ad
libitum)5.
Al final vi
que un compañero traía un accesorio ciclista, y que me le acerco a
preguntar si no sabía de un taller para bicis cercano. Me dijo que
no, pero comenzamos a platicar sobre ciclismo urbano. A todos los
ciclistas que conozco les pido consejo. Me quedé a desayunar con lxs
compañerxs, y ya no sólo uno, sino varias estaban pensando en un
taller cerca. Creo que acercarme a otros
ciclistas será muy necesario para iniciarme.
Finalmente
decidí caminar y caminar con la bici hasta mi casa. Pero en el
camino se me cruzó una vulcanizadora de autos y, la vulcanizadora
(una chava grandota, madre de familia) me dijo dónde encontrar un
taller de bicis. ¡Qué gran aventura!
Creo que
será importante ubicar los talleres de bicis
que estén por mis rutas. Aunque lo mejor, sería poder arreglar mi
bici.
Por ahora
prefiero evitar transitar las grandes avenidas, vías rápidas y esas
calles de miedo.
Noto que
andar en bici es aprender a andar la calle de otra manera. Sé cómo
ser peatona, ser ciclista es diferente y hay que aprender ciertos
códigos para ser ciclista, para andar con mayor seguridad y ser
respetado como otro vehículo de transporte.
Comenzaré
mi participación como colaboradora de La
Milpa, haciendo una crónica de mis inicios
en el ciclismo urbano dando los consejos que me den, compartiendo la
información de todo lo que me lleve convertirme en una guerrera del
pedal. Espero que les sea ameno y en una de esas, otras personas que
coquetean con la bici se animen a involucrarse de la manera que
deseen.
Me despido
por hoy con el consejo que pedí el señor que arregló mi llanta
ponchada, don Andrés F. “Hay que salirse a jugar el pellejo”
1
En México “Felipe y con tenis”, es una expresión que significa
Feliz y contenta, en este caso.
2
Defectuoso, cariñosamente al Distrito Federal, alias Ciudad de
México, Valle del Anáhuac, México Tenochtitlan, etcétera.
3
Expresión de que lo he estado evadiendo.
4
Expresión de que me estaba arrepintiendo.
5
Expresión en latín, muy utilizada en la música que quiere decir
repetir “a placer, a voluntad” alguna frase musical.